Domingo 26 de enero

 

3° domingo después de Epifanía

 

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor.

 

Lucas 4,18-19

 

En cierta ocasión, durante una reunión bíblica, se entregaron cuatro palabras con la consigna de agregar una palabra a cada una. Los resultados obtenidos fueron: Pobre – vago. Preso – castigo. Ciego – incapacitado. Deudas – pagar. Después realizamos un ejercicio de comparación con la propuesta de Jesús, encontrando resultados diferentes e incluso opuestos.
Al parecer, los medios de comunicación tienen más influencia que el Evangelio de Jesús. ¿Cómo podemos reflexionar sobre los desempleados, los sordos, los indígenas, los niños y niñas de la calle, los ciegos, etc., sin caer en la trampa de la meritocracia? ¿Por qué adoptamos una mirada tan opuesta a la de Jesús, como por ejemplo, al etiquetar de manera general al pobre como vago?
Pareciera que vivimos tiempos de creciente insensibilidad social, de respuestas carentes de amor como consecuencia del sistema patriarcal, colonizador y capitalista-extractivista que nos afecta.
El pasaje bíblico relata el acto fundacional del ministerio de Jesús. Si abrazamos con empatía a los otros, entenderemos que en el reino de Dios se trata de compartir el pan con los pobres, transformar las cárceles (mayormente pobladas por pobres y jóvenes) en centros de recuperación y no de deshumanización, entre otras alternativas humanizadoras.
Reconocer el plan de salvación de Jesús nos lleva a identificarnos con su propuesta teológica fundamental y su manera de actuar, como lo testimonia Jesús ante Juan el Bautista: “Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no pierda su fe en mí!” (Lucas 7,22-23).

 

Norma Guigou

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