4º domingo de Cuaresma, Laetare

Regresaré a casa de mi padre, y le diré: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti.”

Lucas 15,18

Narciso y Goldmundo es una de las más hermosas novelas del escritor alemán Hermann Hesse. En ella, Goldmundo, su protagonista, se debate entre la duda y la culpa al sentir el impulso por salir al mundo a experimentar la plenitud de la vida. Es entonces cuando su preceptor, Narciso, le hace notar: “¿Es que no sabes que uno de los más cortos caminos para una vida de santidad puede ser una vida de libertinaje?”
El capítulo 15 del Evangelio de Lucas forma parte de una sección en la que Jesús, por medio de tres parábolas, enfatiza la alegría al recuperar lo perdido, y así responde a la crítica que le hacen los fariseos y maestros de la ley de que se relaciona con los pecadores. En la parábola del hijo pródigo, el hijo menor, luego de llegar a una situación límite, reconoce la necesidad de regresar a la casa del padre y mostrarle su arrepentimiento. De ese modo, sus extravíos de antes le acercan ahora al camino de una vida renovada.
Jesús nos llama una y otra vez al arrepentimiento y la conversión. Y el Padre amoroso siempre está presto a acogernos en su casa, sin pararse a medir la gravedad de nuestros pecados. En este sentido, el tiempo de Cuaresma nos abre siempre una nueva oportunidad de reconciliarnos y reconciliar, de ser acogidos y acoger con alegría en la casa del Padre, que es casa de todas y todos.
… Te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste (Salmo 32,5).

Rolando Mauro Verdecia Ávila

Salmo 32; Josué 5,9-12; 2 Corintios 5,16-21; Lucas 15,1-3.11-32
Agenda Evangélica: Salmo 84,2-13; Isaías 54,7-10; 2 Corintios 1,3-7 (P); Juan 12,20-24

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