La gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad.
Marcos 11,22

¿Sobre qué habrá predicado Jesús? No lo sabemos. Pero, podemos hacer algunas intuiciones a partir de lo (poco) que dice el texto: la escena ocurre en la sinagoga, Jesús predicaba con mayor autoridad que los religiosos de su época, y ahí mismo (sinagoga) había un hombre que tenía un espíritu impuro (endemoniado).
En aquella época los endemoniados eran tanto un problema de la religión como del Estado. Para los primeros, causa del pecado de sus padres; para los segundos, cargas sociales, difíciles de socorrer, como tantos hoy en día.
De lo anterior, podríamos concluir que Jesús lucha contra los poderes que oprimen al ser humano, “posesiones” (demonios) que lo someten, denigran y despojan de su humanidad; e invita a sus discípulos a hacer lo mismo en el anuncio del Evangelio.
No sabemos sobre qué predicó Jesús. Sí, que la gente se admiraba de Él porque lo hacía con autoridad. ¿De dónde viene esta autoridad? De su consecuencia. Cuando nuestras palabras son consonantes con nuestras obras, se vuelven creíbles, hasta admirables, y resuenan con autoridad. Cuando son disonantes, somos como los “maestros de la Ley” y no queremos ser oídos. Predicar con autoridad abre oídos. ¿Resonamos con autoridad? En Epifanía, el Señor presenta su identidad, y lo hace de este modo como ejemplo para anunciar su Evangelio al ser humano sumido en la opresión y despojo de su humanidad.
Señor: guía nuestro hablar y nuestro obrar, por la fuerza de tu Espíritu. Ayúdanos a refrenar nuestra lengua y haz que sea fuente de la cual brote el tipo de agua que tú quieres. Amén.

Robinson Reyes Arriagada.

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