10º domingo después de Pentecostés, 17º en el año
No tengas miedo de nadie, pues yo estaré contigo para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra.
Jeremías 1,8
Mi infancia transcurrió en una chacra en Misiones. Vivíamos rodeados de grandes árboles, y había un monte muy cerca. La noche se llenaba de ruidos y gritos de lechuzas y aves nocturnas. Algunos sonaban muy lúgubres como el Urutaú que lanza al aire un grito como pidiendo auxilio. Salir a esa noche llena de misterios y ruidos era algo terrorífico. No lo podía hacer solo; tardé muchos años en superar esos miedos.
Los miedos son una realidad en nuestra condición humana. Tenemos miedo a lo desconocido, a lo que nos genera inseguridad, a lo diferente.
En nuestra sociedad civil, donde las noches están iluminadas, también existen miedos, como a la inseguridad, a la violencia. Seguro que algunos son justificados y otros generados.
Ante esos miedos Dios nos asegura, como le asegura a Jeremías, que es él quien va a estar a nuestro lado para superarlos. Y si Dios da su palabra ¿qué duda nos cabe?
Waldemar von Hof
Salmo 145,10-11.15-18; 2 Reyes 4,42-44; Efesios 4,1-6; Juan 6,1-15; Agenda Evangélica: Jeremías 1,4-10