21° domingo después de Pentecostés, 30º en el año

Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios, sino que pone su amor en la ley del Señor y en ella medita noche y día.

Salmo 1,1-2

La búsqueda de la felicidad…

¡Cuántas ofertas encontramos hoy que nos garantizan la felicidad!

Pero… ¿qué es la felicidad?

A juzgar por las publicidades es reírse, estar con amigos, divertirse, viajar…

Pero, ¿es eso realmente?

Hoy el Salmo nos dice otra cosa. Nos habla de la felicidad como algo que se construye, por lo que se opta. La felicidad como un estado que tiene que ver con nuestra relación con Dios.

La felicidad está relacionada con la paz interior, que nace de una vida en coherencia entre lo que se cree y se piensa, y las decisiones que tomamos, nuestro estilo de vida. La tensión entre nuestro interior y cómo llevamos adelante nuestra vida, nos va generando una disconformidad y una necesidad de tapar esto consumiendo. Por eso llenamos nuestra vida de actividades y de cosas, por miedo a que salga nuestra voz interior y nos enfrente con nuestra infelicidad, nuestro desequilibrio.

La lectura de la Biblia, la meditación, la introspección diaria nos mantienen en el eje de nuestra fe; nos aclaran la mente y nos dan fuerzas para caminar un camino diferente al que nos propone una sociedad que nos quiere hacer creer que la felicidad viene de afuera, cuando en realidad nace del corazón, de un corazón en paz.

Estela Andersen

Salmo 1; Deuteronomio 34,1-12; 1 Tesalonicenses 2,1-8;Mateo 22,34-46; Agenda Evangélica:Génesis 8,18–22

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