24° domingo después de Pentecostés, 31° en el año
El maestro de la ley le dijo:—Muy bien, Maestro. Es verdad lo que dices: hay un solo Dios, y no hay otro fuera de él. Y amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios que se queman en el altar.
Marcos 12,32-33
No hay nada más importante, en toda vida, que el amor de Dios, porque ese amor es el que hace posible todo. Es la misma presencia de Dios en nuestras vidas, hecha carne y palabra en Jesucristo. Es esa presencia que se mantiene fiel en la comunión y nos hace uno por su gracia. Sobre todo la que se mantiene al lado de los que sufren.
Puedo hacer el mayor de los sacrificios, ofrendar cada domingo, dar tiempo para hacer obras de bien, pero si nada de ello lo hago con amor, es solamente vanidad. Es solo por fe que vale todo aquello que se hace, no por mi mérito, sino por el amor de Dios que da sentido a todo y en todo.
Es por la comunión con mis hermanos y hermanas, a la cual somos llamados por Dios para ser su pueblo. Es dar testimonio de fe, en fidelidad y comunión. Nuestra mirada tiene que ir en ese sentido, nuestras preocupaciones, tiempo, exigencias, no pueden ser medidas desde la perspectiva del mundo.
Es por eso que Jesús continúa instándonos a ver en términos del Reino de Dios. Oramos para que Dios nos conceda sabiduría al compartir la Palabra, al orar y al experimentar la comunidad. Nos invita a ser fieles servidores y anunciadores de la buena nueva que es Jesucristo, en este momento, aquí y siempre. Amén.
Carlos Kozel