24º domingo después de Pentecostés, 31º en el año
No estás lejos del reino de Dios.
Marcos 12,34
Al caminar por las calles de tu ciudad, de tu barrio,
miras a los ojos a las personas
e intentas descubrir en ellas alguna huella de la divinidad.
Ya casi nadie mira a nadie en estos tiempos sin tiempo,
y cuesta reconocernos como prójimos.
Sin embargo piensas: “¡qué bien nos haría amarnos más!”
No estás lejos del reino de Dios.
En tus momentos más duros y difíciles,
cuando tomar decisiones pesa porque abre rumbos inciertos,
te preguntas: “¿qué es lo que realmente importa?”
“¿Dónde hay que invertir las energías, dónde depositar la fe,
sobre qué base construir los sueños y las esperanzas?”
No estás lejos del reino de Dios.
Cuando la insolidaridad se va imponiendo como norma,
cuando la política no se ejerce como servicio,
cuando la justicia deja de ser justa,
cuando el humilde es maltratado y el poderoso exaltado,
cuando a quien es diferente se le discrimina,
cuando no hay lugar para el extranjero,
cuando el egoísmo aísla más y más a las personas,
cuando el hambre golpea cada vez más puertas y nadie oye,
cuando ya no conmueve el dolor de un niño
ni el llanto de una madre que perdió a un hijo
ni el reclamo de las abuelas que siguen buscando…
y sin embargo abres tu corazón y extiendes tus brazos
y abrazas a quien necesita
y acompañas a quien ya descreía del amor
y te acuerdas de aquello del vaso de agua y del pan para el hambriento
y de romper las cadenas de quienes están aprisionados
por la insensibilidad de un mundo perversamente cruel…
No estás lejos del reino de Dios.
Gerardo Oberman
Salmo 18,1-3.46.50; Deuteronomio 6,1-9; Hebreos 7,23-28; Marcos 12,28-34; Agenda Evangélica: Romanos 13,1-7