2o domingo después de Navidad

La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo.

Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y, aunque Dios hizo el mundo por medio de él, los que son del mundo no lo reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron. Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios.

Juan 1,9-12

Todos habremos hecho la experiencia de no “tener luz”. El momento más valorado de la luz es cuando hay un corte de energía eléctrica. Mientras está, parece algo natural. Pero cuando nos encontramos en la oscuridad, solo entonces, la valoramos y buscamos…

Juan, en el primer capítulo de su Evangelio nos habla de la luz. De aquel que dice de sí mismo y de nosotros: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad” (Juan 8:12).

Parece ser que la gente estaba tan “encandilada” por tantas “otras luces” que no se daban cuenta que la verdadera luz estaba viniendo al mundo.

Que la luz que venía y sigue viniendo – una luz que no se “corta” sino que sigue viniendo y estando – alumbre nuestras vidas e ilumine aquellos rincones que están oscuros, faltos de amor, justicia y la ver- dad.

Señor, que la luz verdadera que sigue viniendo, disipe las tinieblas de egoísmo, odio, rencor, engaño y mentiras que nos envuelven. Haz que tu luz brille e ilumine a toda la humanidad. Amén.

Ricardo A. Becker

Salmo 147,13-21; Jeremías 31,7-14; Efesios 1,3-14, Juan 1,1-18

Agenda Evangélica: Salmo 100; Lucas 2,41-52; 1 Juan 5,11-13;

(P) Isaías 61,1-3(4.9)10-11

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Salmo 147,13-21
El Señor refuerza los cerrojos de tus puertas,
y bendice a los que habitan dentro de tus muros.
El Señor mantiene en paz tus fronteras,
y te sacia con lo mejor del trigo.
El Señor envía su palabra a la tierra,
y sus órdenes se cumplen de inmediato.
Cae la nieve como copos de lana,
y la escarcha se esparce como ceniza.
Deja caer las piedrecillas de granizo;
y a causa del frío todo se congela.
Pero da otra orden, y el hielo se derrite;
sopla el viento, y las aguas vuelven a correr.

El Señor comunicó a Jacob, que es Israel,
sus estatutos y sus sentencias.
No hizo lo mismo con ninguna otra nación;
nadie más conoció sus mandamientos.

Jeremías 31, 7-14
Así ha dicho el Señor:

«¡Griten de alegría por Jacob! ¡Llénense de júbilo por la nación más importante! ¡Hagan resonar sus alabanzas! ¡Pídanme que salve a mi pueblo, al remanente de Israel! Yo los hago volver del país del norte; los estoy reuniendo de los confines de la tierra. Entre ellos vienen ciegos, cojos, mujeres encintas y recién paridas; ¡vuelven acompañados de una gran muchedumbre! Con llanto en los ojos se fueron, pero yo los haré volver con gran misericordia; al volver, los llevaré por arroyos de aguas, por caminos rectos, para que no tropiecen. Yo soy el padre de Israel, y Efraín es mi primogénito.»

10 Ustedes, las naciones, oigan la palabra del Señor. Háganlo saber en las costas más lejanas. Digan que el que esparció a Israel ahora lo reúne, y que lo cuidará como cuida el pastor a su rebaño. 11 Porque el Señor ha redimido a Jacob; lo ha redimido del poder del que era más fuerte que él.

12 «Ellos vendrán a las alturas de Sión entre gritos de alegría, y se deleitarán con mis bondades: con el pan, el vino y el aceite, y el ganado de las ovejas y de las vacas; y ellos mismos serán como un huerto bien regado, y nunca más volverán a experimentar el dolor. 13 Entonces las doncellas danzarán con alegría, lo mismo que los jóvenes y los ancianos. Yo los consolaré, y cambiaré sus lágrimas en gozo y su dolor en alegría. 14 Satisfaré abundantemente y con lo mejor el hambre y la sed de los sacerdotes y de mi pueblo.»

—Palabra del Señor.

Efesios 1, 3-14
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. En él, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo, para que en su presencia seamos santos e intachables. Por amor nos predestinó para que por medio de Jesucristo fuéramos adoptados como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado. En él tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia, la cual desbordó sobre nosotros en toda sabiduría y entendimiento, y nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, 10 para que cuando llegara el tiempo señalado reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

11 En él asimismo participamos de la herencia, pues fuimos predestinados conforme a los planes del que todo lo hace según el designio de su voluntad, 12 a fin de que nosotros, los primeros en esperar en Cristo, alabemos su gloria. 13 También ustedes, luego de haber oído la palabra de verdad, que es el evangelio que los lleva a la salvación, y luego de haber creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es la garantía de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Juan 1,1-18
En el principio ya existía la Palabra.

La Palabra estaba con Dios,
y Dios mismo era la Palabra.
La Palabra estaba en el principio con Dios.
Por ella fueron hechas todas las cosas.
Sin ella nada fue hecho
de lo que ha sido hecho.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de la humanidad.
La luz resplandece en las tinieblas,
y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Éste vino por testimonio, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él. Él no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz.

La Palabra, la luz verdadera,
la que alumbra a todo hombre,
venía a este mundo.
10 En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por ella,
pero el mundo no la conoció.
11 La Palabra vino a lo suyo,
pero los suyos no la recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su nombre,
les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios;
13 los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne,
ni de voluntad de varón,
sino de Dios.

14 Y la Palabra se hizo carne,
y habitó entre nosotros, y vimos su gloria
(la gloria que corresponde al unigénito del Padre),
llena de gracia y de verdad.

15 Juan dio testimonio de ella, y clamó diciendo: «De ella es de quien yo decía: “Viene después de mí, pero es anterior a mí; porque ya existía antes que yo.”»

16 Ciertamente de su plenitud tomamos todos,
y gracia sobre gracia.
17 La ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad vinieron
por medio de Jesucristo.
18 A Dios nadie lo vio jamás;
quien lo ha dado a conocer es el Hijo unigénito,
que está en el seno del Padre.

Agenda Evangélica:
Salmo 100
Lucas 2,41-52
1 Juan 5,11-13;
(P) Isaías 61,1-3(4.9)10-11