Pentecostés

Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos.

Hechos 2,3 (RVC)

Este milagro, doble, sigue teniendo lugar en nuestros días. El Espíritu santifica nuestro hablar y nuestro escuchar dentro de la iglesia reunida en el nombre de Cristo. Cuando la gente encargada de predicar predica y cuando la comunidad de fe da testimonio a otras personas acerca de su fe, es allí que el Espíritu Santo dirige nuestras palabras. Esa es la forma para que no sea sólo sabiduría humana y propaganda de nuestra propia voz, sino que se trate del Evangelio de Jesucristo, el mensaje de su muerte, de su resurrección, de su gloria en el cielo y de su segunda venida. Es por eso que el pedir por el Espíritu Santo corresponde a las tareas más importantes antes de toda predicación. Y luego cuando la gente escucha el mensaje o el testimonio de fe de la comunidad cristiana, allí los espíritus individuales se manifestarán de la misma manera que antaño: unos pensarán que lo que se habla es pura cháchara y cosas sin sentido y otros recibirán la palabra y serán sin más tocados en sus corazones y llegarán a creer o a fortalecer su fe. Sí, de la misma manera es que hoy sigue obrando el Espíritu Santo: Él santifica nuestro hablar y nuestro escuchar y nos abre el entendimiento para que podamos entender con exactitud las Escrituras (Lucas 24,45).
Espíritu Santo, Fuego Divino, te pedimos con humildad que nos des de tu capacidad para poder interpretar las Escrituras como Dios quiere que lo hagamos. Bríndanos el milagro de recibir de tu consuelo por medio de ésta, y danos la valentía para confesarla. Amén.

Enzo Pellini

Salmo 104,24-34; Hechos 2,1-11; Romanos 8,14-17; Juan 14,8-17.25-27 Agenda Evangélica: Salmo 118, 24-29; Génesis 11,1-9; Hechos. 2,1-21; Juan 14,15-19(20-23a)23b-27; Romanos 8,1-2(3-9)10-11 (P)

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