2º domingo de Cuaresma( Reminiscere)
Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna…
Juan 3,16
Los padres nos preocupamos por nuestros hijos para que crezcan con valores, los preparamos para la vida, los acompañamos en la carrera que ellos eligen y anhelamos que tengan un buen trabajo y un gran futuro. Cuando algún hijo pasa por una situación difícil estamos a su lado, los acompañamos hasta las últimas consecuencias y lo hacemos por amor.
¿Pero los conducimos por la senda que lleva a la vida eterna?
¿La transitamos nosotros con la certeza de que esa vida nos pertenece con solo creer en el Señor?
Esta debe ser nuestra primera responsabilidad como padres, muchas veces anteponemos otras prioridades y somos responsables de mostrarles ese regalo y transitarlo junto a ellos.
Si llevamos una vida consagrada a Dios, si lo buscamos en oración, si tenemos cada día un encuentro personal con Él a través de su palabra y la meditación… sentiremos su amor y su presencia. Nuestro corazón se llenará de paz y de alegría, la felicidad nos acompañará aun en medio de circunstancias adversas. Sabremos que estamos transitando el camino eterno en la presencia del Señor y seremos espejo para los que nos siguen o caminan junto a nosotros.
Aquí estamos de paso con una misión que cumplir, nada sucede por casualidad para el creyente, todo tiene una razón de ser. No todo es color de rosa, enfrentamos dificultades, enfermedades, envejecemos, nos separamos de seres queridos cuando la muerte los arrebata…solo será un hasta luego para el creyente, pues en la vida eterna nos volveremos a encontrar.
Amalia Elsasser
Juan 3,1-17