Salmo 43
Dios mío, ¡hazme justicia! ¡Defiéndeme!

¡Líbrame de gente impía, mentirosa e inicua!
Tú eres mi Dios, mi fortaleza;
¿por qué me has abandonado?
¿Por qué debo andar acongojado
y sufrir por la opresión del enemigo?

Envía tu luz y tu verdad;
ellas me guiarán hasta tu santo monte,
me conducirán hasta el templo donde habitas.
Me acercaré entonces a tu altar, mi Dios,
y allí, mi Dios, te alabaré al son del arpa,
pues tú eres mi Dios, mi gozo y alegría.

¿Por qué te desanimas, alma mía?
¿Por qué te inquietas dentro de mí?
Espera en Dios, porque aún debo alabarlo.
¡Él es mi Dios! ¡Él es mi salvador!

Miqueas 3, 5-12
«Así ha dicho el Señor acerca de los profetas que hacen errar a mi pueblo, esos que hablan de paz cuando se les da de comer, pero que declaran la guerra cuando no se les da nada: La profecía se les volverá noche, y sus adivinanzas se les volverán oscuridad. Sobre esos profetas se pondrá el sol, y el día se les volverá tinieblas. ¡Esos profetas quedarán avergonzados! ¡Esos adivinos quedarán confundidos! ¡Se quedarán con la boca cerrada, porque no tendrán respuesta de Dios! En cambio, yo estoy lleno del poder del espíritu del Señor; lleno de justicia y de fuerza, para denunciar la rebelión de Jacob y el pecado de Israel.

»Escuchen ahora esto, jefes de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que aborrecen la justicia y pervierten todo lo recto; 10 que edifican a Sión con sangre, y a Jerusalén con injusticia. 11 Sus jefes dictan sentencia a cambio del soborno; sus sacerdotes cobran por impartir sus enseñanzas, y sus profetas adivinan a cambio de dinero, y se apoyan en el Señor cuando dicen: “¿No es verdad que el Señor está entre nosotros? ¡Ningún mal nos sobrevendrá!” 12 Por eso, por culpa de ustedes Sión será arada como un campo, Jerusalén vendrá a ser un montón de ruinas, y el monte del templo quedará hecho un matorral.»

1 Tesalonicenses 2,9-13
Hermanos, ustedes se acordarán de nuestros trabajos y fatigas, y de cómo noche y día nos dedicamos a predicarles el evangelio de Dios, sin ser una carga para nadie. 10 Ustedes son testigos, y Dios también, de que nos hemos comportado con ustedes los creyentes de manera santa, justa e intachable. 11 Ustedes saben, además, que los hemos exhortado y consolado, como lo hace un padre con sus hijos, 12 y les hemos recomendado vivir con dignidad ante Dios, que los llamó a su reino y gloria.

13 Por eso también nosotros siempre damos gracias a Dios de que, cuando ustedes recibieron la palabra de Dios que nosotros les predicamos, no la recibieron como mera palabra humana sino como lo que es, como la palabra de Dios, la cual actúa en ustedes los creyentes.

Mateo 23, 1-12
Después de esto, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos: «Los escribas y los fariseos se apoyan en la cátedra de Moisés. Así que ustedes deben obedecer y hacer todo lo que ellos les digan, pero no sigan su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Imponen sobre la gente cargas pesadas y difíciles de llevar, pero ellos no mueven ni un dedo para levantarlas. Al contrario, todo lo que hacen es para que la gente los vea. Ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos, y les encanta ocupar los mejores asientos en las cenas y sentarse en las primeras sillas de las sinagogas, y que la gente los salude en las plazas y los llame: “¡Rabí, Rabí!” Pero ustedes no busquen que los llamen “Rabí”, porque sólo uno es el Maestro de ustedes, y ése es el Cristo; y todos ustedes son hermanos. Ni llamen “padre” a nadie en la tierra, porque sólo uno es el Padre de ustedes, y él está en los cielos. 10 Tampoco se hagan llamar “maestros”, porque sólo uno es su Maestro, y es el Cristo. 11 El que sea más importante entre ustedes, sea siervo de todos. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Agenda Evangélica:
Salmo 143,1-9; Isaías 44,21-23; Romanos 7,14-25a; Mateo 18,21-35; 1 Juan 2,12-14 (P)