1° domingo después de Epifanía
Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido”.
Mateo 3,17
Estamos en tiempo de Epifanía y los diferentes textos que nos acompañan nos invitan a ver la presencia de Dios en nuestras vidas. En este primer domingo, después de Epifanía, nos acompaña el evangelio de Mateo con el relato del bautismo de Jesús. El texto bíblico nos narra la experiencia maravillosa de la presencia de Dios en el momento del bautismo de Jesús. Según San Mateo, el cielo se abrió, el espíritu de Dios bajó sobre Jesús y se escuchó una voz desde el cielo que decía: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido”. (v. 17)
El texto me lleva a pensar en mi bautismo, a tener presente que en este sacramento también los cielos se abrieron para mí, que Dios derramó su Espíritu Santo sobre mi vida y me eligió como su hija amada. Jesús, después de su bautismo empieza su ministerio público, anunciando el Reino de Dios y su justicia. Mi bautismo también me conduce a ser parte de la misión de Dios en el mundo. El bautismo de Jesús marca su vida y ministerio, que culmina en la cruz.
Me pregunto: ¿Mi bautismo marca mi vida y mi ministerio? ¿Cómo vivo este sacramento? ¿Qué diferencia hago en el mundo como bautizada y como parte de una comunidad de bautizados y bautizadas?
En nuestro bautismo, Dios nos elige para marcar una diferencia en el mundo como sus hijos e hijas: ser luz y sal del mundo. Que en medio de una sociedad que excluye, que segrega y discrimina, que cierra el cielo para tantas personas, Dios nos conceda su Espíritu Santo, a fin de que podamos dar testimonio de su amor, y así ser signos visibles de su misericordia y gracia en este mundo. Amén.
Izani Bruch
Mateo 3,13-17