Pentecostés
Yo le pediré al Padre que les envíe otro defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes.
Juan 14,16
El evangelio de Juan nos completa la experiencia sobre el Espíritu Santo. Lejos de una exposición dogmática, el Espíritu es una presencia y una acción divina en medio de circunstancias angustiantes de la comunidad cristiana. Los discípulos no pueden comprender a Jesús como su Dios, tampoco el mundo circundante. La palabra y los gestos de Jesús van educando y abriendo los ojos desanimados. Y esa palabra promete interceder ante el Padre para que les mande un abogado defensor: el Paráclito, que les enseñe para recordar su palabra (Juan 14,26).
El evangelio hace un hermoso juego dinámico trinitario: El Padre envía el Espíritu porque el Hijo intercede por nosotros. También el Hijo nos entregará el Espíritu en la cruz: “Jesús bebió el vino agrio y dijo: Todo está cumplido. Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu” (Juan 19,30).
No es que Dios necesite apologetas, o quienes lo defiendan contra sus “detractores”. Sino que son los discípulos en su falta de fe y nosotros, como cristiandad, quienes debemos abrir los ojos y recibir la constante defensa del Espíritu, ante nuestra angustia, ceguera e incredulidad.
El Espíritu Santo es la más maravillosa fuerza que nos viene a defender desde siempre y constantemente del odio, la injusticia y las incoherencias del descrédito y la soberbia.
Vivimos como humanidad una profunda orfandad sin ternura ni paz. Vagamos en este planeta azul, azuzados y controlados por nuestros propios miedos y medios. Nos sentimos huérfanos de Dios, abandonados a nuestra propia suerte y méritos. Acumulamos inutilidades que no nos salvarán, y lo sabemos. Dudamos de nuestra inteligencia humana, para apostar a una inteligencia artificial. Vivimos corriendo maratónicamente para alcanzar la felicidad y el placer, mientras más de media humanidad y naturaleza lucha por sobrevivir. Este domingo que celebramos Pentecostés, la palabra nos abre los ojos a la esperanza.
Rubén Carlos Yennerich Weidmann