13º domingo después de Pentecostés, 20º en el año

¡Hipócritas! Si saben interpretar tan bien el aspecto del cielo y de la tierra, ¿cómo es que no saben interpretar el tiempo en que viven?

Lucas 12,56

En el pasaje citado vemos a Jesús expresándose en términos muy duros. Sólo es necesario leer el texto completo para palpar su enojo por la manifiesta incapacidad de las personas para comprender las señales de su presencia salvadora, razón por la cual con su acusación explosiva busca provocar una reacción frente a ello.

Muchas veces todo arde en torno nuestro en diversidad de ámbitos, incluso en las comunidades de fe y en la misma iglesia toda, sin que por ello manifestemos mínimamente señal alguna de malestar, o nos veamos conmovidos en nuestra comodidad. También vivimos esta parálisis e incapacidad de reacción y testimonio de vida en el Hijo de Dios en medio nuestro.

Sin dudas, la afirmación de Jesús también nos incluye a nosotros, y su enojo nos alcanza igualmente, cuando nos mantenemos en una actitud apática frente a los signos y manifestaciones del mal y sus razones. Con una lectura veraz de cuanto ocurre en nuestra realidad y contextos existenciales, y la comprensión de ello, es evidente que deberemos revisar desde una vivencia más acertada del Evangelio, convertirnos en caza tormentas en la vida teniendo un mayor compro-miso real de fe y testimonio.

Jesucristo, nuestro Maestro y Salvador, nos invita a dejar de lado la hipocresía y doblez de la fe que a veces tenemos, y así, junto con él, apagar el fuego del odio, del orgullo, de la enemistad, de la vanagloria, de la opresión, de la violencia cotidiana que nos ejercemos, y de toda expresión de maldad. Todo lo cual está entre nosotros, aunque sea en pequeñas porciones, que generalmente no queremos comprender, pero representan el principio de los incendios.

Comencemos a hacer una mejor lectura del mundo, sus señales, pero siempre desde el amor entretejido en él, dándonos puntas de dónde tirar. El de Jesús es un enojo de gracia, ¿no te parece?

Ernesto Weiss

Salmo 40,1-3.17; Jeremías 38,1-10; Hebreos 12,1-4; Lucas 12,49-56; Agenda Evangélica

Hechos 9,1–9 (10–20)

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