18º domingo después de Pentecostés, 28º en el año

Y llegó a una aldea, donde le salieron al encuentro diez hombres enfermos de lepra, los cuales se quedaron lejos de él gritando: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!” … Jesús dijo: “¿Acaso no eran diez los que quedaron limpios de su enfermedad? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Únicamente este extranjero ha vuelto para alabar a Dios?”

Lucas 17,12-13.17-18

En tiempos de Jesús, la lepra, era una enfermedad incurable y sumamente contagiosa. Por eso los leprosos debían vivir aislados, fuera de la ciudad. En esa situación no contaba ser judío o samaritano, todos sufrían por igual. Y éstos buscaban desesperadamente la ayuda de Jesús clamando: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”
En nuestro tiempo nos afecta la pandemia de covid 19. Y los enfermos son tratados casi como los leprosos de aquel tiempo. Quienes padecen coronavirus deben permanecer aislados y evitar contactos con su familia, con sus amigos, con sus compañeros de trabajo y demás personas de su entorno. Además de los sufrimientos propios por la enfermedad, está la soledad, la falta de un abrazo, un beso, una caricia y otros gestos que hagan más llevadera su situación. Al igual que la lepra en el pasado, el covid 19 no conoce fronteras: puede afectar a pobres y a ricos, mayores o jóvenes, incrédulos o creyentes.
Los primeros infectados eran señalados con el dedo: “Algo habrán hecho”, o “No se cuidaron”. Se los hacía sentir como irresponsables o negligentes por haberse contagiado. Eran controlados por la policía a fin de garantizar su aislamiento. Hoy, habiendo tantos casos, aprendimos que “a cualquiera le puede tocar” que, aún cuidándonos, “nadie está exento”.
Como aquellos leprosos, muchas personas claman a Dios por ayuda y piden oración para sí mismos o para familiares y amigos.
Pero también es importante agradecer a Dios y a las personas que intervinieron para la recuperación.
Dios nos conceda un corazón sensible, humilde y solidario en la adversidad; y profundamente agradecido en la felicidad. Amén.

Bernardo Raúl Spretz

Salmo 111; 2 Reyes 5,1-3.7-15c; 2 Timoteo 2,8-15; Lucas 17,11-19 Agenda Evangélica: Salmo 138; Isaías 49,1-6 (P); Romanos 10,9-17(18); Mateo 15,21-28

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