«El mandamiento es amar» destacaron en el Encuentro Distrital de mujeres entrerrianas

 

Foto: Congregación Evangélica San Antonio

PARANA / Argentina | IERPcomunica – Alrededor de cuatroscientas mujeres de las congregaciones del Distrito Entre Ríos de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP) indagaron sobre lo que significa amar. La pregunta fue lanzada en el contexto del encuentro distrital de mujeres que se realizó el domingo 15 de septiembre con el lema «Ayer, hoy y siempre… el mandamiento es amar», basado en Juan 13, 34 – 35. El tema permitió trabajar sobre diferentes tipos de violencias que afectan a las mujeres y a la sociedad en general; arrojando conclusiones, respuestas y testimonios que conmovió a muchas de las presentes, además de brindar herramientas concretas para luchar contra la violencia.

Con un trabajo organizado por la Congregación de Paraná y la asistencia de profesionales de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER)las IERPinas entrerrianas pudieron trabajar temas «que nos involucran como mujeres cristianas aquí y ahora», como destacaron en la invitación. De ese modo, partiendo siempre del mandato cristiano de amar y ser amados, profundizaron aspectos, para los cuales fueron muy útiles los talleres de violencia contra las mujeres, abuso sexual infantil, cuidado de adultos mayores, cuidado del ambiente y ¿De qué hablamos cuando hablamos de género?, según el interés y necesidad de cada participante. El encuentro se realizó en las instalaciones de la Escuela 181 “Osvaldo Magnasco”, de la ciudad capital entrerriana.

«A veces no nos damos cuenta de las violencia que existe alrededor nuestro y tampoco tenemos idea de como proceder, o ayudar a las mujeres que la sufren», relató María Schlegel de la comunidad de Urdinarrain. Entre otros aspectos las participantes pudieron llevar una guía, para ser colocada en lugares públicos (trabajo, club, iglesias, etc), con indicaciones como sobre cómo proceder y dónde acudir en caso de ser víctima. Schlegel consideró que la lucha contra la violencia es parte de la tarea de la iglesia «porque tiene que ver con la vida espiritual y como una forma de evangelizar, ayudando de esa manera, ya que muy a menudo escuchamos que a las mujeres les gusta que le peguen, cuando en verdad a nadie le gusta que le peguen». Sobre el padecimiento de estas situaciones, relató  que en muchos casos, «por su situación tienen que soportar la violencia y no pueden salir si no tienen la ayuda de alguien».

Sumando su voz, Maria Luisa Cepeda, catequista de Aldea Santa Celia, planteó que la iglesia nunca debe hacer silencio: «para poder abrir puertas y que el tema ya no sea tabú». Según analizó, «en el mundo que estamos viviendo es lindo que todos nos involucremos, para que las puertas se abran y que los chicos puedan entender y escuchar». En ese mismo sentido opinó Zulma Bender de la comunidad de General Ramirez, añadiendo que que «como iglesia tenemos que decir que tenemos que aceptar los géneros que tenemos en nuestra sociedad y no discriminarlos, conviviendo con ellos en amor».

Además, hubo una serie de testimonios sobre la necesidad de tomar en serio a la violencia y ayudar a quienes la sufren y son víctimas muchas veces silenciosas. Esto fue recogido en el culto a través del mensaje de Dorita Schlenker, que compartió que el pedido de Jesús de amarse los unos a los otros «es un mandato, no una sugerencia». Haciendo un repaso de las tantas maneras que en lugar de amar, se eligió el desamor, incluso dentro de la propia iglesia. Luego destacó que «de a poco hemos ido aprendiendo», puntualizando como logros la ordenación de las mujeres y la no tolerancia al avasallamiento de los derechos de las mujeres. Finalmente, todavía recalcó que «ser iglesia es más que eso», puntualizando que las comunidades «deben lograr ser espacios donde se practica un amor inclusivo, espacios de contención y sanación para todos quienes lo necesitan», enfatizando mucho en la necesidad de aceptar, tener misericordia, amar y perdonar: «no somos todos iguales. Dios no nos hizo en serie. Cada uno de nosotros es único, e irrepetible», dijo y recordó que «todos somos semejantes en dignidad de ser hijos de Dios, profundamente amados por Él», analizóAdemás hubo testimonios de unidad y encuentro con gestos como los espacios para el canto, momento en que se entonaba una estrofa en alemán y una en castellano, lo que muchas personas interpretaron simbólicamente como la posibilidad de que unas y otras se den espacio y se ofrece lugar para todas.

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