“¿A quién voy a enviar?…” Yo respondí: “…envíame a mí.”

Isaías 6, 8

El miedo tiene buena prensa

Para quienes de ustedes tengan más de 30 años, recordarán que a finales del siglo pasado había toda una expectación en ciertos círculos sociales y también religiosos, acerca de lo que sería pasar del año 1999 al año 2000. Se hablaba de que las computadoras, que se organizaban a partir de los dígitos de la “unidad” y “decena” en sus fechas de programación, “confundirían” los dígitos “00” del año 2000, y pasarían la programación de sus servicios creyendo que estarían en el año 1900 y eso produciría todo un caos en la recepción de servicios como la luz, el agua o el gas, sobre todo, en sociedades más tecnificadas. Sin embargo, no hubo ese tipo de catástrofes, que los supuestos estudiosos del tema habían vaticinado a lo largo de varios meses.
Sabemos que el miedo e incluso el morbo pueden llegar a ser instrumentos de poder y de control. En Isaías 6,1-13 encontramos una visión extraña que tiene Isaías y que es catalogada dentro del género apocalíptico. Pero Isaías no se detiene en generar escenarios de terror: pues esto no debe desviar el mensaje central que Dios da al profeta. En medio de la destrucción, se genera un clima de esperanza, que permite que el mensaje de Dios hacia su pueblo se siga presentando. Isaías quiere ser el portador de ese mensaje, que al principio habla de destrucción, pero en medio de esa destrucción se presenta la esperanza (v. 10). Un retoño que continuará con la obra de Dios. El miedo puede llegar a paralizar la conciencia de la gente, pero la esperanza permite encontrar sentido a la vida, aún en medio del caos, pues está sustentada en la obra de Dios.

Roberto Trejo Haager

Isaías 6,1-13

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