El Señor también me dijo: “Tu hijo Salomón será quien construya mi templo y mis atrios, porque yo lo he escogido como hijo y yo seré un padre para él. Y afirmaré su reino para siempre si sigue esforzándose en cumplir mis mandamientos y disposiciones como hasta el día de hoy”.

1 Crónicas 28,6-7

El relato del cronista sobre la construcción del templo de Jerusalén tiene una finalidad muy acentuada. Afirmar que Dios ordena a David y Salomón la construcción de un majestuoso templo para dar refugio al arca de la alianza, que siempre anduvo errante en tiendas.
Sabemos que todo templo no sólo tiene la finalidad de ser una casa de oración y de refugio para Dios (o de la deidad en otras religiones) sino que es un ícono que reafirma la presencia de un pueblo en el lugar.
Todo templo tiene una finalidad fuertemente política o geopolítica. Marca una presencia de determinado grupo, religión o etnia. Basta mirar en las grandes ciudades los lugares que ocupan los templo o grandes catedrales.
El cronista no puede ocultar en el v. 7 que la finalidad político religiosa de construir ese templo es afirmar o establecer el reino de David para siempre.
Mientras escribo veo el primer templo de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata en Buenos Aires, en calle Esmeralda 162, en pleno centro porteño. Construido por los inmigrantes alemanes en un lugar muy cercano a la catedral Metropolitana y al templo anglicano. Es un magnífico templo de estilo gótico, por cierto, con dos cúpulas señalándolo como templo madre. Seguramente cuando fue construido debido a los pocos y bajos edificios y casas, podía ser divisado fácilmente desde el puerto por los inmigrantes que llegaban desde Europa. Era señal de presencia y refugio no sólo de Dios y de la fe sino también para las familias protestantes que buscaban un nuevo destino.
Hoy los templos que antes tenían las mayores alturas, quedaron encerrados y ocultos entre inmensos rascacielos que señalan que el dios capital quiere dejarle poco espacio al Dios de la fe.
Señor, que tu luz siempre ilumine nuestros templos para ser instrumentos de proclamación de tu palabra de salvación y vida digna a tu pueblo. Amén.

Rubén Carlos Yennerich Weidmann

1 Crónicas 28,1-13

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