Jesús fue con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: “Siéntense aquí, mientras yo voy a orar en aquel lugar.” Jesús llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a ponerse triste y muy angustiado. Entonces les dijo: “Quédense aquí, y velen conmigo, porque siento en el alma una tristeza de muerte.” Unos pasos más adelante, se inclinó sobre su rostro y comenzó a orar. Y decía: “Padre mío, si es posible, haz que pase de mí esta copa. Pero que no sea como yo lo quiero, sino como lo quieres tú.”

Mateo 26,36-39

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Necesitamos acompañamiento en las aflicciones. El Señor Jesús no sólo quiso estar con sus discípulos al final, sino que expresó el de-seo de una comunión más íntima con unos amigos especiales. A veces la simple presencia de unos amigos nos sostiene cuando flaqueamos. Esto nos recuerda que como amigos tenemos que estar dispuestos a estar presentes con un hermano o hermana que lo esté pasando mal. Acompañar sin juzgar.

Necesitamos orar en las aflicciones. El Señor Jesús supo adónde acudir para recibir la verdadera ayuda en medio de su angustia. Sólo el Señor nos puede dar la fuerza y el consuelo necesarios. Es en la oración que podemos apoderarnos de la ayuda del Señor. No está mal pedir que Dios nos quite una aflicción. Tampoco está mal expresar nuestra angustia al Señor. Lo importante es llevar estos sentimientos al trono de gracia. Confiando plenamente en la divina provisión.

Necesitamos estar sometidos a la voluntad del Señor. Jesús supo decir, no sea como yo lo quiero, sino como lo quieres tú (v.39). Jesús, sabiendo cuál era la voluntad de su Padre, se sometió a ella. Aun así, expresó su horror ante tal perspectiva. Lo importante es lo que Jesús estuvo dispuesto a hacer: obedecer al Señor. Puede que te sientas culpable por sentir miedo, angustia o inseguridad. El Señor lo entiende y espera que puedas mantenerte fiel a él.

Fabian Pagel

 

Mateo 26,36-46

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