Por eso, vuélvanse ustedes a Dios y conviértanse, para que él les borre sus pecados.
Hechos 3,19
Vivir de acuerdo a la voluntad de Dios es algo sumamente valioso. Tomar en cuenta sus mandamientos en cada jornada, en cada hora, es decir, en cada instante de nuestras vidas, es lo que nos guía para seguir los pasos de Jesús.
Los reformadores sostenían que la conversión debe ser un acto diario. En otras palabras, no es suficiente con tomar la decisión de seguir a Jesús en un momento específico de la vida o de elegir a Dios como único Dios. Esto es lo que realizamos durante la confirmación o lo que en algunas iglesias se conoce como la conversión. En realidad, cada día de nuestras vidas debemos tomar y reafirmar la decisión de seguir aceptando a Jesús como nuestro Salvador y a Dios como nuestro Padre.
Y en este camino de la conversión diaria, no puede estar ausente el perdón de Dios y para ello nuestro pedido de perdón, nuestro reconocimiento de que somos pecadores y nuestro arrepentimiento diario.
Para quienes nos observen desde el exterior, quizás parezca que somos algo complejos: ¿arrepentimiento a diario y conversión constante? Sin desmerecerlo, esto simplemente reconoce que no somos perfectos, somos seres humanos y, por ende, cometemos errores. Sin embargo, cada día aspiramos a mejorar, a comprender y a vivir lo más cerca posible de esas preciosas palabras: «Ama al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo».
Para esta tierra sin luz, nace el Señor; para vencer las tinieblas, nace el Señor; para cambiar nuestro mundo, todos los días nace el señor, todos los días nace el Señor. (Canto y Fe Nº 9)
Armando Weiss
Hechos 3,17-19
Tema: conversión