Yo, el Señor digo: También yo voy a tomar la punta más alta el cedro, arrancaré un retoño tierno de la rama más alta, y yo mismo la plantaré en un monte muy elevado.
Ezequiel 17,22
Un tema del que hay mucha literatura es el de la “inteligencia emocional”. Se refiere a la habilidad que nos permite entender, reconocer y gestionar nuestras emociones, estableciendo vínculos auténticos con los demás y sintiéndonos satisfechos con nosotros mismos.
En los libros didácticos de la Biblia, como los Salmos, Proverbios y otros, se asocia la inteligencia y la sabiduría al conocimiento de la Palabra de Dios. Este conocimiento proporciona al creyente un equilibrio para tomar decisiones, relacionarse de manera apropiada con otras personas y tener un sano temor a Dios, tal como lo refiere Martín Lutero en su explicación de los mandamientos: “debemos temer y amar a Dios”. Un amor a Dios y a su Palabra que nos hace libres, sin caer en la insolencia.
Este tipo de inteligencia puede entrenarse y desarrollarse a lo largo de toda la vida. Su aplicación no solo nos ayuda a mejorar nuestra relación con los demás, sino que también nos sostiene y nos capacita para ser más acertados ante situaciones nuevas, incluso las más abrumadoras. Esto marca la diferencia entre los creyentes honestos y humildes y los que no lo son.
Señor, te pedimos, ayúdanos a crecer en la sabiduría que nos da el conocimiento de tu Palabra. Amén.
Patricia Haydée Yung