Por eso desde entonces los judíos que viven en las aldeas y en villas sin murallas celebran el día catorce del mes de Adar como un día de alegría y de banquete; es para ellos un día de regocijo, en el que cada uno comparte su comida con su vecino.

Ester 9,19

Compartir… Una de las más bellas palabras creadas para representar uno de los gestos más nobles del ser humano. No por casualidad, si la separamos en sílabas nos encontramos con su final que nos dice “partir”.
Porque de eso se trata: partir un poco de lo que tengo y que así alcance para quien está a mi lado. No es fiesta cuando solo unos pocos se sacian. La verdadera alegría radica en que todos y todas queden satisfechos.
En este texto se nos revela que lo que se compartía era comida. Pero somos llamados a compartir más que el pan. De hecho, para algunos hacerlo no les cuesta nada; pues les sobra comida (y hasta desechan a diario lo que ya no quieren comer).
La Escritura nos anima tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento a compartir la vida misma. Y para ello no necesitamos hacer enormes renuncias o grandes gestos que queden a la vista de todos (en este caso no sería compartir de verdad).
Podemos compartir nuestro tiempo, alegría y consuelo, nuestros conocimientos, talentos y bendiciones con los demás.
Eso también nos ayudará a quitar la vista de todo aquello que no tenemos (y que nos frustra) para centrar nuestra mirada en todo lo que sí tenemos (lo que nos hará más agradecidos). No te niegues a compartir porque sentirás una gran alegría al hacerlo. Lo que hagas quizás te resulte hasta poco, pero la bendición que recibirás es mucha.
“A estar conmigo ven, vive Tú en mí; y cada día haré algo por Ti: Al pobre algún favor, curar algún dolor; y así mostrar tu amor… Algo por Ti.” (Culto Cristiano Nº 259)

Carlos Abel Brauer

Ester 9,1-19

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