Porque el Señor ama la justicia, y odia el robo y el crimen. Él les dará fielmente su recompensa y hará con ellos una alianza eterna.
Isaías 61,8

El contexto de este versículo es el contenido del capítulo 61 del libro de Isaías, titulado en algunas traducciones: “Buenas nuevas de salvación para Sion”. Ante el robo y el crimen es un consuelo leer en la Biblia que el Señor los aborrece. Pero ¿es suficiente la promesa de justicia? ¿Se puede dejar todo en manos de Dios? Es un tema difícil, pero se pueden señalar por lo menos tres circunstancias en las que más vale que no se haga justicia según nuestra propia voluntad.
La primera situación se da en las relaciones personales, cuando decidimos por orgullo cortar la comunicación con alguien. Olvidamos la gracia y misericordia de Dios. Por la primera recibimos lo que no merecemos y por la segunda no recibimos lo que mereceríamos, como se dice a veces. Una segunda situación en la que podemos equivocarnos mientras ansiamos justicia se da cuando impulsamos una acción violenta. Generalmente es contraproducente ponerse al margen del orden jurídico creyendo que podemos darle a alguien su merecido. En tercer lugar, a nivel social y político, podemos estar adoptando sin reconocerlo, sólo una de varias visiones posibles. Donde unos ven un dictador otros ven a un líder que interpreta al pueblo, donde unos ven un atropello a la propiedad privada, otros ven un plan solidario de distribución.
Pidamos a Dios que obre, y si nos toca decidir pidamos su guía confiado en que Él ama la justicia.

Tomás Tetzlaff

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