Quiero, pues, que en todo lugar donde los hombres estén orando levanten al cielo manos limpias de todo enojo y discusión.

1 Timoteo 2,8

Qué vigente en esta época de tanta violencia en general y de género en particular que todos los hombres y mujeres levanten al cielo manos limpias de ira. Que nuestras manos y corazón puedan elevarse en oración, con paciencia, buena voluntad y, sobre todo, con respeto hacia el otro. El respeto ante las diferencias, hombre, mujer, creencias, inclinaciones socio-políticas; nos ayudan a convivir.

A los que somos muy mayores nos cuesta a veces entender y compartir experiencias nuevas. Tal vez por eso tenemos mayor responsabilidad a la hora de interactuar en nuestro entorno familiar, en la Iglesia, en nuestros trabajos. Debemos dar ejemplo de que se puede vivir en armonía a pesar de las diferencias.

No es fácil, por supuesto, pero ayuda mucho si reflexionamos sobre nosotros mismos: cómo somos, cómo éramos antes, qué esperábamos de los demás. ¿Acaso no sufríamos cuando nos discriminaban como hijos, como mujeres, como alumnos, por ser pobres? Era doloroso y lo considerábamos injusto, por eso no debemos actuar así con los demás. Si nos ponemos de verdad en el lugar del otro vamos a contribuir a mejorar nuestro entorno y con la ayuda de Dios, la sociedad toda.

María Teresa Rolón

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