«Vengan a comer de mi pan y a beber del vino que he preparado. Dejen de ser imprudentes, y vivirán; condúzcanse como gente inteligente.»
Proverbios 9,5-6
Cuando era niño, disfrutaba viendo programas de televisión en los que la clave era responder rápidamente y con precisión. Se daba por sentado que la persona ganadora era la más rápida e inteligente. Siempre se admira a quien demuestra mayor inteligencia. Sin embargo, ahora que soy adulto, veo que la situación no es tan simple como solía pensar. Veamos algunos ejemplos.
No debemos confundir el enciclopedismo con la capacidad de pensar. Estas dos cualidades son muy diferentes. Ser más inteligente, es decir, tener una red neuronal más compleja, no necesariamente significa que se tenga una comprensión más profunda de la vida. Y la supuesta rapidez mental tampoco es equivalente a saber pensar. Ser inteligente no garantiza tener sabiduría en absoluto. He visto a muchos sabios careciendo de sentido común. Tener inteligencia y mucho conocimiento no garantiza tener sabiduría…
En el pasaje bíblico de hoy, es la sabiduría la que nos habla. Sofía, la sabiduría divina, invita a todos los seres humanos a disfrutar del pan y el vino que ella misma ha preparado. Solo hace falta aceptar su invitación. Aquel que acepta este llamado recibirá la recompensa de dejar atrás la imprudencia y, como resultado, comenzará a vivir de manera más inteligente. Sin embargo, es crucial entender correctamente el mensaje de Sofía. Esta no es una invitación para que todos se conviertan en genios al estilo de Einstein. Es un tipo diferente de invitación. Nos insta a ser inteligentes según la perspectiva de Dios.
La sabiduría comienza por honrar al Señor; conocer al santísimo es adquirir inteligencia. (Proverbios 9, 10) ¿Estamos dispuestos a aceptar su invitación?
Sergio A. Schmidt