Jueves 16 de enero

 

Tú serás una hermosa corona real en la mano del Señor tu Dios. No volverán a llamarte “Abandonada”, ni a tu tierra le dirán «Destruida», sino que tu nombre será “Mi predilecta”, y el de tu tierra, «Esposa mía». Porque tú eres la predilecta del Señor, y él será como un esposo para tu tierra. Porque, así como un joven se casa con su novia, así Dios te tomará por esposa, te reconstruirá y será feliz contigo.

 

Isaías 62,3–5

 

Después de lo que vivió el pueblo de Jerusalén con la invasión de Babilonia y el sometimiento, Dios cumplió su promesa. Recordamos cómo Dios cuidó de esta ciudad.
En medio de la oscuridad, surges como una chispa radiante, un destello de luz brillante. Eres tú, coronado con la gloria de Dios, un cetro en la mano de tu Dios. Tu vida se convierte en un testimonio de su poder infinito y su amor inagotable. Nosotros somos testimonio de amor para el mundo, pues Dios nos escogió y nos encargó mostrar a otros su misericordia y su amor.
Imagina, por un momento, cómo te sientes al llevar esa corona de gloria. Cada paso está marcado por la autoridad y el favor divino. Tu presencia irradia confianza y esperanza, inspirando a quienes te rodean a alcanzar las alturas más elevadas de su potencial.
Con cada logro en tu vida, la corona se fortalece y brilla aún más. No es una corona común, sino una herencia celestial, dada por Dios.

Oremos: Dios de infinita gracia, te agradezco por tu amor y ternura, porque me colmas de los tesoros más preciados. Gracias porque en medio de tantas cosas malas que te ofrezco, me das aliento y valor ante los demás, tu gracia me acompaña y tu luz guía mis caminos. Amén.

 

Julio Cesar Caballero

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