La gloria del Señor se presentó a los ojos de los israelitas como un fuego devorador, sobre la parte más alta del monte. Moisés entró en la nube, subió al monte, y allí se quedó cuarenta días y cuarenta noches.
Éxodo 24,17-18
Los seres humanos necesitamos muchas veces de muestras, de pruebas para creer. Desde mucho antes que el discípulo Tomás pidiera ver las manos de Jesús para poder creer en la resurrección, el ser humano necesita constatar por medio de la vista, del tacto o de otros sentidos que algo es real, verídico.
La gloria de Dios se manifestó también así al pueblo de Dios, con un fuego devorador, es decir, un fuego que no era calmo sino fuerte, imponente, que tenía hambre de quemar aquello que estuviera por allí. Este fuego muestra al pueblo el poder de Dios, su fuerza y que realmente Dios estaba presente. Me imagino que Moisés no habrá estado nada tranquilo ante la presencia de ese fuego, pero por fe confiaba en que el llamado de Dios de subir al monte era para algo bueno y era un pedido que Dios le hizo, entonces simplemente fue.
Los invito a pensar en dos cosas: 1) ¿Si también vos necesitás ver para creer?, ¿si necesitás cosas, momentos, situaciones donde Dios de alguna manera muestra su presencia para poder creer? 2) ¿Si te alcanzan los dedos de las manos para contar todas las veces que ya Dios se manifestó contigo, con tu familia, con tu comunidad?
Son válidas todas las respuestas, si necesitás ver para creer, quizás no esté tan mal como generalmente se juzga. Mal está el o la que aún viendo o sintiendo no cree. Ese sí tiene cerrado su corazón y su espíritu a la presencia de Dios.
Te invito a que puedas celebrar que tenemos un Dios que se manifestó en el pasado, se manifiesta en el presente y tenemos la FE de que se va seguir manifestando de diferentes maneras. Pero sí quizás cerca de ti y con mucho amor, amor que da tanto calor como aquel fuego del monte. Dios te bendiga en este día. Amén.
Armando Weiss
Éxodo 24,17-18