Sucederá que en los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad; los hijos e hijas de ustedes comunicarán mensajes proféticos, los jóvenes tendrán visiones, y los viejos tendrán sueños.
Hechos 2,17

Dios ha derramado su Espíritu para comunicarse con nosotros, y lo hace de diversas formas, ya que el ser humano necesita escuchar una y otra vez acerca del amor de Dios a través de Cristo Jesús. Pedro nos advierte que el cristiano y la cristiana tienen el imperativo de informar y dar testimonio de la gracia de Dios, la cual nos habla de un Dios que no permaneció en las alturas, sino que renunció a su gloria, se vistió de hombre y se humilló hasta el punto de llevar el castigo por nuestros pecados.
Pero el mensajero sólo cumplirá su cometido si está imbuido de ese Espíritu. Dios desea que el ser humano tome conciencia de su necesidad y de la solución divina. Sin embargo, el hombre suele distraerse mirando principalmente las cosas terrenales en lugar de buscar primero el Reino de Dios. Es por esta razón que hemos llegado a convencernos de que para ser importante en la actualidad, debemos estar siempre ocupados, terminar agotados constantemente. Sentimos la presión de asistir a más reuniones y luego necesitamos descansar, mientras también nos vemos obligados a mirar la televisión y los noticieros en horas tempranas. Nos preocupa el pago de las cuentas y nos embarcamos en mil tareas que nos impiden dedicar tiempo a escuchar al Espíritu y su mensaje.
En la Iglesia, nos otorgamos momentos para escuchar y proclamar, no sólo los domingos, sino también en nuestros momentos íntimos con Dios, durante nuestras oraciones y retiros. Necesitamos tener ese mensaje arraigado en nosotros para que otros puedan comprender claramente lo que significa ese evangelio. Amén.

Alexis Salgado

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