Jueves 16 de octubre

 

Cruzaba Jacob por el lugar llamado Peniel, cuando salió el sol.

 

Génesis 32,31a.

 

¿Alguna vez han observado el amanecer? Es una experiencia maravillosa y, aunque lo repitamos cientos de veces, cada ocasión es única. No importa desde dónde se observe, ya sea a través de una ventana, desde la cima de una montaña, en una playa o en pleno campo, el encanto de ver surgir un nuevo día nunca se pierde.
Es impactante observar cómo la luz, que surge tímidamente al principio, en poco tiempo se impone y vence a la oscuridad, y en cuestión de minutos parece que esta nunca existió. Lo magnífico de presenciar un amanecer es observar cómo la creación misma se despierta, cómo las aves comienzan a cantar y las personas se preparan para iniciar un nuevo día.
Jacob apenas comenzaba un nuevo día. Se dirigía hacia el encuentro con su hermano, a quien no había visto en años y temía ese encuentro. Como si eso no fuera suficiente, había tenido una noche terrible en la que luchó con Dios mismo, y aunque herido, seguía con vida. ¡Qué maravilloso habrá sido para él ver el amanecer aquel día después de todo lo vivido! Me pregunto si quizás habrá sonreído al horizonte, agradecido por seguir con vida.
A veces, las angustias y las luchas cotidianas nos hacen avanzar cojeando por la vida, al igual que Jacob, pero no importa cuán oscura o tormentosa haya sido la noche, siempre vuelve a amanecer. En cada nuevo día, recibimos la inigualable bendición de seguir caminando hacia nuestros anhelos mientras construimos nuestras historias. ¿Y tú, hermana/hermano, ya has agradecido por el día de hoy y por la vida?
Que el amor y la protección de nuestro Dios nos acompañe en cada amanecer y que permanezca a nuestro lado al anochecer. Amén.

 

Karla Steilmann

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