También afirma el Señor: “Así como el nuevo cielo y la nueva tierra que yo voy a crear durarán para siempre, así también durarán tus descendientes y tu nombre.”
Isaías 66,22
Estrenar alguna prenda nos hace sentir bien. Comenzamos un nuevo cuaderno con intención de que quede más prolijo. Algo nuevo nos levanta el ánimo, nos alegra, nos renueva.
¿Cómo será habitar en ese nuevo cielo y en esa nueva tierra que nos promete Dios? Podemos hacernos una idea en base a los rela-tos bíblicos. Todos se tratarán con respeto. Ninguna persona se aprovechará de otra. No habrá personas ricas y otras muy pobres. Nadie sufrirá hambre, cada cual tendrá lo necesario. La naturaleza estará intacta, luciendo toda su hermosura, sin basura ni deforestación.
Donde ocurren algunas de estas cosas ya tenemos una pequeña muestra de lo que llegará a ser ese nuevo mundo: el Reino de Dios. Cada tanto se presentan situaciones que nos dejan entrever lo que podrá ser ese reino: cuando hay solidaridad, comprensión, amor a las personas que están alrededor.
Esta promesa que nos dejó Dios ya hace tanto tiempo depende en gran medida de nosotros mismos, cada uno puede tratar de que su entorno sea mejor y más parecido a lo que imaginamos que será ese nuevo cielo y esa nueva tierra. Y mientras seguimos pidiendo por su concreción, podemos hacer algo en ese sentido.
Venga tu reino, Señor, la fiesta del mundo recrea y nuestra espera y dolor transforma en plena alegría. (Canto y Fe N° 330)
Beatriz Mónica Gunzelmann
Isaías 66,18-24