Todo el interior del templo lo recubrió con el oro más puro y (Salomón) colocó cadenas de oro para impedir la entrada al santuario.

1 Reyes 6,21 (RVC)

El templo de Jerusalén destinado a ser el lugar oficial de culto se construyó a lo largo de 7 años con elementos de verdadero lujo. Es extraordinario el contraste entre la pureza del oro y la inaccesibilidad a la parte interior del santuario, cerrado con cadenas de oro. Dios queda alejado del común de la gente, destinado a ocupar un lugar en el santo de los santos al cual ningún israelita podía acceder, sólo el sumo sacerdote una vez al año. De este modo la centralización de la adoración a Dios provoca un efecto de lejanía real de este Dios que queda bajo la tutela del sacerdocio y el rey.

Es muy importante que cuando Jesús es crucificado y muere el velo del santo de los santos se rasga de arriba abajo simbolizando que de ahora en más cada persona puede llegar directamente a Dios sin la necesidad de mediadores humanos. Es Jesús quien abre definitivamente el camino y nadie lo podrá cerrar. Al pensar en el templo y las cadenas pienso en nuestros propios lugares de culto y en la posibilidad de acceder a un contacto directo con Dios. Pienso en las cadenas invisibles que restringen la llegada de la gente común o de los que no son miembros de la iglesia. Pienso en las paredes de prejuicios que rodean nuestras celebraciones.

Oh Dios, ayúdanos a darnos cuenta de nuestras cadenas, que podamos servirte con libertad y abrir los caminos necesarios para que cualquiera que lo desee llegue hasta
ti. Amén.

Juan Carlos Wagner

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