En los postreros días – dice Dios -, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas, en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.

Hechos 2,17-18

El Espíritu de Dios no hace distinciones de personas; al contrario, Dios derrama su Espíritu sobre todos: varones, mujeres, niños, jóvenes y mayores, para profetizar en su nombre. Profetizar es hablar “de y en” nombre de Dios.

Muchas veces pensamos o sentimos que las cosas no van de acuerdo con nuestros planes, que rondamos en lo negativo y hasta nos olvidamos de que Dios nos acompaña por medio del Espíritu Santo. He aquí donde debemos recordar y poner a Dios delante de nosotros, como dice el rey David: Veía al Señor siempre delante de mí, y acordar que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Pues él nos elige para que tengamos visiones, sueños y esperanza, para que podamos profetizar en su nombre gracias a su Espíritu. Dios nos prepara para que seamos testigos en todos los lugares donde estamos y hacia donde vamos, es decir, en la casa, en el barrio, en la comunidad toda y ante aquellos que no responden ante la voluntad de Dios.

Pongamos la confianza en él, que nos dará grandes regalos y satisfacciones a su tiempo. No conocemos los planes de Dios para nosotros. Sabemos que él nos permite conocer los caminos de la vida a través de sus enseñanzas y que nos llena de gozo con su presencia. Dejemos guiarnos por el Espíritu Santo.

Ven, oh tú, que haces nuevos los sistemas de pensar; que a las letras das sentido y que amplías la visión. Ven y toca a nuestro mundo, tierra seca de dolor. En el valle de la muerte sopla vida y amor. (Canto y Fe N° 77).

Rufina Rapp

Hechos 2,14-28

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