La luz resplandeció para los que vivían en un país de sombras de muerte.
Isaías 9,2

A veces sentimos que estamos en un país sombrío porque hay demasiadas injusticias, problemas, situaciones que nos afectan y preocupan. Incluso, según las circunstancias, nos cuesta encontrar algún destello que nos anime. Pero, como dice la canción, después de la noche brilla una nueva mañana.
Hace muy poco, la luz llegó a nosotros a través de Jesús. ¿Cómo estamos hoy, en los primeros días del año?
Vivimos en un momento más que apropiado para sentir su presencia. Es la oportunidad para pensar en nuevos proyectos y objetivos. Incluso si estamos de vacaciones, también podemos hacernos el tiempo para pensar cómo podemos compartir esa luz y ser sostén, guía o faro para otras personas.
Los pastores de Belén y los magos confiaron en la estrella que guiaba su camino; el profeta Isaías nos cuenta que el pueblo andaba en la oscuridad, pero el Señor les trajo una alegría muy grande, como las de tiempo de cosecha, a través de una gran luz. Podemos estar seguros que también nos acompaña a nosotros en el encuentro cotidiano. Encuentro personal, a través de la lectura de la Biblia, y comunitario, cuando compartimos un mate, una charla, un culto, una reunión, un abrazo.
Ya se ha abierto el cielo de un mundo en tinieblas y en un pueblecito la luz descendió; cuna de Belén, noche de esplendor, en un tierno niño florece el amor. A su nacimiento se inquieta la tierra, de esperanza el pobre empieza a vivir, y en su corazón renace la fe, porque el Cristo niño le ayuda a creer. (Canto y Fe Nº 25)

Susana Carolina Plem

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