Mira, delante de ti he puesto una puerta abierta que nadie puede cerrar, y aunque tienes poca fuerza, has hecho caso de mi palabra y no me has negado.
Apocalipsis 3,8
Una de las cosas que me llamó la atención en Entre Ríos es cómo la gente no sólo deja abierta la puerta, sin llave, sino literalmente, hasta los templos, en el momento del culto.
En el sur esto no es tan común, y tiene que ver con el clima más que con la inseguridad. Porque el viento sopla y trae la basura para adentro, o porque el frío nos obliga a cerrar la puerta. Aunque, cuando el clima lo permite, celebramos los cultos con la puerta abierta… no vaya a ser que alguien con “poca fuerza” la encuentre muy dura, y se vaya a otra parte.
Jesús, en el evangelio de Juan dice: yo soy la puerta, pero a la vez es quien la abre…
La puerta abierta nos dice “bienvenidos, bienvenidas”, algo muy importante que invita a entrar…
Y ¿qué nos hace entrar por la puerta que Jesús nos abre?
Tal vez la curiosidad, pero la fe es la que nos hace permanecer, más allá de nuestra debilidad.
Jesús deja su puerta abierta porque sabe que somos débiles, que necesitamos de él. Cuanto menos fuerza tenemos, más necesitados de entrar por la puerta estamos.
Señor, ayúdame a ser obediente, a escuchar tu palabra y tomarla para mí, a manifestar siempre que soy tuya, que te pertenezco, a pesar de que tal vez esto pueda ser motivo de burla. Dame las fuerzas para entrar por tu puerta y encontrar ahí mi lugar. Amén.
Estela Andersen
Apocalipsis 3,7-13