Abraham le creyó a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.
Romanos 4: 3b (RVC)

En los tiempos de Pablo se creía que lo que hacía justo a los humanos delante de Dios era la práctica de las obras que señala la ley. Desde entonces hasta ahora no ha cambiado mucho. Creemos que podemos obtener la gracia de Dios a través de nuestras obras. Nuestro “yo” no nos permite entender que somos imperfectos, que nos equivocamos, que somos débiles.
Nuestro ego sigue pretendiendo que se nos justifique por lo que hacemos y enaltecernos con ellos. Pero Dios toma en cuenta nuestra fe como justicia y la fe no consiste en una acción sino en una actitud, en un sentimiento.
Cuando se habla de justicia no se refiere a una acción benévola sino a un acto de fe. No tiene que ver con la ley porque si así fuera al que obra (trabaja) se le retribuye lo que corresponde y se genera un compromiso hacia la otra parte (Dios). En cambio, la justicia de la que habla Pablo no es la paga justa sino un regalo de Dios. La gracia es lo que nos hace justos y esto sólo se logra a través de una relación personal con El. Una relación de plena confianza, entrega y fe.
Fe es creer. Creer con fuerza.
Creer sin condiciones, sin pedir nada a cambio
Creer ciegamente y dejarse guiar, sin espera favores.
Creer sin miedo, sin esperar respuestas.
Creer en silencio en la quietud.
Creer dejando la vanidad, el orgullo y el ego a un lado del camino.
Creer con alegría y esperanza.
Creer con el más puro amor.
Eso es tener fe.

Silvia Noemí Bierig

Génesis 12,1-4ª

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