Jueves 20 de octubre


Nuestros hermanos lo han vencido con la sangre derramada del Cordero y con el mensaje que ellos proclamaron…

Apocalipsis 12,11a

El texto presenta la visión de una batalla. Quienes se enfrentan son los enemigos de Dios, representados por el dragón (el diablo) y sus secuaces, y los seguidores de Cristo, representados por los ángeles.
De esta batalla hay consecuencias para los seres humanos y demás habitantes de la tierra y el mar, porque se traslada la lucha entre el bien y el mal del cielo a la tierra.
El autor nos presenta una nueva metáfora para explicar el origen del mal en la tierra.
Ahora bien, ¿cómo se gana esta batalla? ¿Cuáles son nuestras “armas”?
El versículo escogido lo dice claramente: “la sangre derramada del Cordero” y “el mensaje proclamado”.
Se trata de una pelea que fue ganada por Cristo en la cruz. Por fe somos salvos, por sola gracia de Dios, quien amó tanto al mundo que entregó a su hijo para salvarlo.
¿Qué nos queda entonces a nosotros? ¡Proclamar el mensaje! Dar a conocer al mundo el Evangelio de la salvación, la vida y obra de Jesús, sus enseñanzas, su ejemplo de amor.
Su mensaje que libera y devuelve la dignidad a quienes la habían perdido, la vista a los ciegos, la vida a los muertos, la salud a los enfermos…
Proclamar el mensaje no pasa solamente por leer en voz alta la Biblia para que los demás escuchen. Implica proclamar en mi vida ese mensaje de amor para con todas y todos, mensaje de justicia, de igualdad, de inclusión.
Por ti, mi Dios, cantando voy la alegría de ser tu testigo, Señor. (Canto y Fe N° 275).

Deborah Verónica Cirigliano Heffel

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