Al oír estas enseñanzas, muchos de los que seguían a Jesús dijeron: “Esto que dice es muy difícil de aceptar; ¿quién puede hacerle caso?”

Juan 6,60

Jesús nunca usó la palabra “fácil” para caracterizar su enseñanza. Invitó a llevarla como un yugo liviano, como una carga ligera, dijo que era vida, que bienaventurado quien pudiera seguirla, pero nunca dijo que era fácil.
Más de una vez, en lecturas comunitarias de la Biblia vi rostros pensantes que quedan como masticando lo escuchado y alguno que se atrevió a decir: “no es fácil”.
Y no. El perdón no es fácil y menos setenta veces siete. El amor a los enemigos, el orar por los perseguidores, el prestar sin esperar devolución, el invitar a la fiesta a quienes no lo merecen. Nada de eso es fácil. Es más, es muy difícil. Yo diría que es imposible para nosotros y sólo por gracia de Dios podemos alcanzar a saborear de lejos esa dicha. Sólo para quien cree, dice el apóstol Pablo a los corintios, el Evangelio deja de ser locura y se vuelve vida verdadera, que la cruz de Cristo es muestra del poder amoroso de Dios.
Muy humana es la tendencia de escapar a aquello que no podemos abarcar. Muy humana es la tentación de negar hasta la existencia a lo que no podemos explicar. Con la calificación de imposible a menudo cerramos la puerta a toda transformación de la realidad que escape a nuestra capacidad de explicar. Es humana la tendencia al pensamiento estadístico que calcula probabilidades de acuerdo a lo conocido. El Evangelio es el llamado al reconocimiento de la novedad del Reino de Dios y su justicia, que no conocemos pero que afirmamos sólo por la fe que es don de Dios.

Oscar Geymonat

Juan 6,60-65

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