Ustedes que honran al Señor y escuchan la voz de su siervo: si caminan en la oscuridad sin un rayo de luz, pongan su confianza en el Señor, apóyense en su Dios.
Isaías 50,10
Para entender más profundamente al Cristo crucificado, es necesario leer y entender los cantos del servidor sufriente en Isaías 40-50 y todas aquellas profecías dichas a un pueblo en cautiverio en Babilonia, y al cual desde el sufrimiento del exilio se le abre la esperanza de un nuevo éxodo, una nueva liberación.
Ya no se puede más,
hasta cuándo vamos a tener que soportar…
Por qué vivir cautivos y arrodillados,
cuando habitamos una tierra tan rica y fecunda.
Tenemos todo y no somos dueños de nada.
Aquí estamos, endeudados y sin remedio…
No parece haber salida…
No se avizora una luz,
que ilumine el camino en esta oscuridad.
¿En quién pondremos la confianza?
Este clamor de siglos de diferentes pueblos en la historia, parece nunca acabar y repetirse hasta el hartazgo. Algunas ideologías, filosofías y religiones acallan este clamor de esclavitud y sometimiento, o falta de libertad, de numerosas maneras. Hay pueblos dóciles, mansos y sometidos a la falta de luz. Hoy tenemos el encubrimiento de los poderosos medios de comunicación que ocultan la verdad o la maquillan, para distraer el dolor y la injusticia. Son luces que enceguecen, entretienen y distraen.
La experiencia del servidor sufriente en Isaías es fuerza que transforma la impotencia y el sufrimiento, en fe y esperanza. Es el impresionante y revelador camino de salvación que siguió Jesús de Nazareth en su crucificción. Cuando parecía que no había más luz, en la tumba oscura estaba la vida. La fe en la resurrección es la luz de los pueblos sufrientes.
La conciencia está en la palabra: “por tu fe, sanarás.”
Devuélvenos la fe. Dale fe a tu gente, Dios liberador, luz de luces. Amén.
Rubén Carlos Yennerich Weidmann
Isaías 50,7-10
Temas: esclavitud, liberación