David tomaba el arpa y la tocaba. Con esto Saúl se calmaba y se sentía mejor.

1 Samuel 16,23

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La música es un don que no todos tenemos pero sí, que en general todos disfrutamos.

La música es algo que nos acompaña en todos los momentos. Cuando somos bebés nos cantan, y muchas veces las primeras palabras tienen que ver con alguna canción que escuchamos. Los niños aprenden colores, letras, otros idiomas, cantando. A lo largo de la vida vamos eligiendo qué tipo de música preferimos, y a través de ella nos relacionamos con otros: conocemos al otro, conocemos otros grupos, conocemos otras culturas… Estudios que revelan que la música es lo último que perdemos, ahí la importancia del canto con las personas mayores: a través del canto parecen que vuelven a vivir, recuerdan, todo su ser adquiere nuevo ritmo.

Escuchamos música en diversas situaciones: cuando estamos ale-gres – ¡cuántas veces se dice que una fiesta sin música no es fiesta! -; cuando estamos tristes –cuántas veces una canción o melodía puede levantarnos el ánimo, como es el caso de Saúl cuando David tocaba el arpa, o cuántas veces en un sepelio se expresan mejor nuestros sen-tires a través del canto -; cuando viajamos, cuando estudiamos, cuan-do descansamos, cuando queremos decirle algo a otro –por ejemplo expresarle mi amor-. Los salmos son prueba de ello: a través del canto el pueblo de Israel se dirigió y dirige a Dios para agradecer y alabarlo, para pedirle y suplicarle.

Canten todos sin distinciones entonándole mil canciones: con guitarras, bombos y a viva voz, que todo suene dando gloria a Dios. Pues él nos dio aliento para cantar. ¡Gloria a Dios! (Canto y Fe Nº 177)

Mónica Hillmann

 

1 Samuel 16,14-23

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