Estén atentos, porque ustedes no saben el día ni la hora en que el Hijo del Hombre vendrá.

Mateo 25,13

Cada cultura tiene costumbres diferentes. La boda que nos describe Mateo carece de muchos detalles, pero vemos que era diferente a las ceremonias que hoy celebramos. No se indica por qué el novio llegó tan tarde. Tampoco se dice por qué las doncellas tenían que acompañar al novio. Las doncellas necias no pudieron participar de la fiesta por doble razón. Primero, nadie podía andar por la calle de noche sin una lámpara; y segundo, llegado el novio, las puertas de la casa se cerra-ban, para dar inicio a una ceremonia ya muy retrasada.

Nuestra vida es esa fiesta de bodas. Están los que son puntuales, que oyen la invitación de Dios, y aquellos que llegan tarde.

Para estar listos para el banquete celestial tenemos que consagrar todas nuestras energías a ese ejercicio. El estudiante no puede pasar los exámenes últimos si no ha estudiado durante todo el año. El atleta no participará de los juegos olímpicos si no se ha ejercitado cientos de horas. El escalador no llegará a la cumbre de la montaña sin experiencia previa. Lograr o recibir lo que tiene mucho valor, implica sacrificio. Una carrerita a la tienda, a última hora, no será suficiente para llegar a tiempo, como les sucedió a las doncellas.

El apóstol Pablo interpretó la parábola de esta manera, en su primera carta a los Tesalonicenses 5,16-24, citaremos sólo algunos verbos: “tengan respeto”; “vivan en paz unos con otros”; “procuren hacer siempre el bien”; “oren, den gracias”; “Sométanlo todo a prueba y retengan lo bueno”; “Y que Dios mismo, el Dios de paz, los haga a ustedes perfectamente santos…,”

Necesitamos su ayuda para lograrlo.

Carola Christ y Sebaldt Dietze

Mateo 25,1-13

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