También Dios le dijo a Abraham: “Tu esposa Sarai ya no se va a llamar más así. De ahora en adelante se llamará Sara. La voy a bendecir y te daré un hijo por medio de ella. Sí, voy a bendecirla. Ella será la madre de muchas naciones, y sus descendientes serán reyes de pueblos”.
Génesis 17, 15-16

El texto de hoy nos relata, en primer término, un cambio de nombre. En nuestro tiempo estamos acostumbrados a saber de cambio de nombres o apellidos. Se dan estos cambios cuando las personas quieren ser otras: por auto-percepción de género, por rechazar la filiación que sienten les daña (ser hijos de criminales notorios, etc.).

En el texto es Dios quién da un nuevo nombre a Sara como señal de su don, su promesa y bendición gratuita. En medio de quienes han perdido las esperanzas irrumpe el don, la promesa y la bendición de una nueva vida: “te daré un hijo…”. Y no sólo Dios bendice a esa pareja – diríamos mayores de edad, pasados en las posibilidades biológicas y temporales de generar nueva vida – sino que ese don se multiplicará en bendición para muchos otros (se habla de pueblos y naciones).

Cuando aceptamos la gracia de Dios no podemos encerrarla en nosotros mismos, en nuestra individualidad, en nuestras propias conveniencias. Debemos ser para otros “bendición”. No se trata sólo de nombres, es cosa de caminos nuevos, posibilidades abiertas, floreceres de vida en medio de las desesperanzas. Caminos nuevos que, a veces, nos producen dudas, risas o parecen impracticables. Pero, para Dios no hay nada imposible.

Doris Arduin y Germán Zijlstra
Génesis 17, 15-16
Temas: nombre, cambios