Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá…
Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!

Lucas 11,9 y 13

Jesús añade aquí una nueva enseñanza en ese diálogo con el discípulo que le pidió que les enseñara a orar. Esta enseñanza puede definirse así: «Oren con confianza porque se dirigen a un Dios fiel y misericordioso». El texto lo expresa de manera tan sintética como maravillosa: Pidan, y Dios les dará…  

Jesús nos garantiza que nuestras oraciones siempre serán escuchadas, y en su momento, siempre serán respondidas. Las oraciones sentidas y confiadas nunca son palabras y pensamientos que se pierden en el aire; por el contrario, son palabras y pensamientos que traducen necesidades, búsquedas y un llamado al que Dios responderá con bondad.

Esto no significa que la bondad y la misericordia de Dios serán necesariamente coincidentes con lo que nosotros queremos y esperamos. Si así fuera, estaríamos reduciendo a Dios a un mero instrumento de nuestra voluntad, estaría primando nuestra voluntad y no la suya. Significa, sí, que podemos estar seguros de que Dios, en su amor y fidelidad, siempre va más allá de lo que pedimos. Tanto más allá va que, como dice el texto, nos da el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es la máxima respuesta de Dios a nuestras oraciones, es don y fuerza de Dios para iluminarnos y sostenernos en nuestras búsquedas y para ayudarnos a superar nuestras caídas y quebrantos.

Oración:

Señor, que tu Espíritu llene y mueva mi espíritu.

Raúl Sosa

Lucas 11, 5-13

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