Pedro entonces comenzó a hablar, y dijo: “Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra, sino que en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno.”
Hechos 10,34-35
Este descubrimiento de Pedro fue a raíz de que él mismo vio y participó de acontecimientos únicos y singulares, en los que personas de distintos lugares y tradiciones eran tocados por el Evangelio y por el Espíritu Santo. Entendió que Dios realmente mira al corazón y ve la intención más allá de toda apariencia exterior. Esto nos tiene que alegrar y quitar la ansiedad ante la incertidumbre sobre nuestra vida y la forma en que nuestra Iglesia da testimonio de Cristo.
Muy a menudo somos confrontados por quienes nos observan de que ciertas prácticas de nuestra iglesia no son bíblicas. Desde temas que atañen al Bautismo, Santa Cena, aborto, predicación… y así, hay personas inquietas y preocupadas que buscan la iglesia ideal y siempre se defraudan en su búsqueda.
El texto es claro en cuanto a que en cualquier lugar del mundo Dios acepta a quienes lo reverencian y hacen lo bueno. Todos los que lo aman y buscan de corazón vivir una vida recta tienen lugar en su reino. Es decir, hay lugar para todos los que aman a Dios y demuestran su amor a él, adorándolo, sirviendo al necesitado y dando testimonio de su salvación en cualquier rincón de la Tierra.
Así que no busquemos afuera, acerquemos nuestra luz para que brille en nuestra Iglesia y toda la comunidad, acerquemos nuestros talentos para acompañar a los nuestros y a los otros, acerquemos las semillas de la palabra de Dios sembrada en nosotros, para que puedan echar raíces, crecer y dar frutos de abundancia en nuestros hermanos de la fe y en aquellos que ansían conocer a Dios.
Fabián Pagel
Hechos 10,34-48