David reinó sobre todo Israel. Su administración era honrada, y juzgaba con justicia a todo su pueblo.

1 Crónicas 18,14

No sé si quiero recomendarles la lectura de todo el párrafo. Habla de guerras, victorias, caídos de a miles, pueblos sometidos. La “conquista” de la tierra donde mana leche y miel es un proceso muy violento. Y claro está: “Dios” está con el que triunfa…, siempre ha sido así. En este sentido muchos de los textos del Antiguo Testamento relatan simplemente “historia”, y la historia que tenemos en los libros siempre es “interpretación”, nunca refleja la verdadera realidad.
Entonces lo que nos interesa no son los detalles de una conquista violenta y brutal. Una vez “pacificado” el país, David pudo dedicarse a gobernar. Y lo hizo con criterio de justicia y responsabilidad. Atributos que en la actualidad de nuestros países y su respectiva clase política difícilmente prosperan. Corrupción y decadencia generan hambre y miseria, exclusión, en fin, injusticia.
Creo que como Iglesias, cristianas y cristianos, deberíamos reconocer nuestra responsabilidad en la sociedad y asumir la tarea que el Señor nos encomienda: denunciar la injusticia, más allá de cuestiones ideológicas. Lutero hablaría de la “libertad del cristiano”, una libertad que nos moviliza a nadar contra la corriente, que puede tener su precio. Pero el ejemplo de David nos muestra que, uno puede tener mucho poder en sus manos, incluso tener el poder absoluto (como era lo más normal en aquellos tiempos), sin perder la humildad y el sentido común y la honradez.
Señor, ayúdame a asumir mi lugar en este mundo, ayúdame a ser tu fiel seguidor que proclama en palabras, gestos y obras, tu voluntad. Amén.

Reiner Kalmbach

1 Crónicas 18,1-17

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