Jueves 26 de diciembre

Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes.No, hijos míos; porque no es buena fama la que yo oigo: que hacéis pecar al pueblo de Jehová. Por tanto les dijo: «Todo el mundo me habla de las malas acciones de ustedes. ¿Por qué se portan así? No, hijos míos, no es nada bueno lo que sé que el pueblo del Señor anda contando acerca de ustedes.

1 Samuel 2,23-24

La paz de Dios sea contigo en este momento del día en que has decidido compartir la lectura apartada para hoy.
El libro de Samuel narra su historia entrelazada con la historia de Israel. Siendo aún un niño, fue enviado al templo para servir a Dios.
El relato de hoy nos presenta a Samuel desempeñando sus tareas en el templo, pero también contrasta esta escena con las acciones de los hijos de Eli, quien era responsable de guiar y formar a Samuel.
Estos hijos de Eli se comportaban de manera inapropiada, llevando a otras personas a situaciones de pecado y abusando del poder que tenían. En nuestra sociedad, hemos escuchado la frase “los hijos del poder” para referirnos a aquellos que son hijos de personas con influencia política, religiosa u otra forma de poder.
Se refiere en el ámbito social a personas que realizan acciones negativas, que perjudican a los demás y a sí mismos, provocando dolor, angustia y malestar a quienes los rodean. Si reflexionamos un momento, recordaremos situaciones y momentos de nuestra historia en los que los “hijos del poder” han ocasionado daños irreparables.
La denuncia de estas situaciones es una herramienta de defensa que tenemos a disposición: no callar, no guardar silencio, sino hablar, manifestar y poner ante la justicia las situaciones para que sean juzgadas y resueltas.
No calles ante las injusticias.
Dios, que es justo, te acompaña.

Narciso Weiss

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