El Señor ya te ha dicho, oh hombre, en qué consiste lo bueno, y qué es lo que él espera de ti…
Miqueas 6,8

En una ocasión, un profesor preguntaba a sus alumnos que rondaban entre los 13/14 años, a qué se dedicarían en la vida, una vez que sean adultos. Un jovencito, muy serio, le respondió al profesor: “Yo voy a ser ingeniero, profesor”. “Ah, muy bien, Sergio”, respondió el profesor. Y agregó: “¿y qué es lo que hacen los ingenieros?” El muchacho tardó un poco en responder, pero dijo con voz muy firme: “pues resuelven problemas”. “¿Qué clase de problemas?”, le preguntó con curiosidad el profesor. El muchacho ya no supo qué contestar, pero para no dejar las cosas inconclusas, se encogió de hombros, y con voz baja dijo: “¿familiares, profesor?”
No tener idea de las situaciones que nos rodean en la vida, puede ser un arma de dos filos. Recordamos el ejemplo de Abraham, quien no sabiendo lo que hacía ni a dónde iba, salió de Harán para llegar hasta el lugar al que Dios le dijo que habitarían él y su descendencia.
Sin embargo, no siempre las cosas son así. Dios marca el rumbo de la vida y lo leemos en las palabras del profeta Miqueas. El Señor desea que su propósito se cumpla en su pueblo. Como creyentes en Dios, también el Señor nos marca el rumbo de la vida y no será el mismo para todos, pues nuestras historias de vida son distintas una de otra. Pero también espera una respuesta nuestra, está atento a nuestras reacciones ante sus palabras, estableciendo así, una comunicación continua entre él y nosotros.

Roberto Federico Trejo Haager
Miqueas 6,6-8

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