Al ser bautizados, ustedes fueron sepultados con Cristo, y fueron también resucitados con él, porque creyeron en el poder de Dios, que lo resucitó.

Colosenses 2,12

Con este versículo Pablo le recuerda a la comunidad de creyentes de Colosas que Cristo es la esencia de su fe. Así también lo afirma el apóstol en otra de sus cartas cuando dice: “… en él terminan todas las cosas viejas, y todo es hecho nuevo”. Martín Lutero (en el Catecismo Menor) nos explica que este cambio se opera en el Bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (Romanos 6)

En medio de un mundo plural y muy secularizado, el apóstol nos recuerda el Bautismo y su valor de vida nueva desde la comunidad de la Iglesia. El Bautismo es un sacramento que se sigue practicando en el mundo cristiano. Sin embargo, su acción renovadora entre los bautizados y desde ellos en la sociedad no siempre es comprendida. Es notorio ver cómo el Bautismo ha ido perdiendo significación en la fe, para llegar hasta nuestros días como una práctica ritual, antes que un sacramento generador de vida nueva en Jesucristo.

Una infinidad de interpretaciones tendenciosas y particularizadas, funcionales a intereses humanos que enfatizan más las formas que la gracia (por señalar apenas algunas distorsiones mezquinas), han ido contrarrestando la acción gratuita y amorosa de Dios mediante Jesucristo.

El texto de hoy nos invita a revivir profundamente ese renacer desde el Bautismo y su dimensión transformadora para cada uno. Dios bendiga nuestro renacer y llamado a la gracia divina desde nuestro Bautismo, y nos inunde con su Espíritu Santo para una comprensión profunda y un seguimiento fiel como sus hijos en una vida nueva que se aprecie realmente en todo.

Amado Dios y Padre: que tu Espíritu Santo esté sobre todos y cada uno, para ayudarnos a vivir el Evangelio con un testimonio tal, que sea expresión plena de la novedad de vida contigo en Jesucristo, a cuya verdad fuimos llamados desde nuestro bautismo. Amén

Ernesto Weiss

Colosenses 2,8-15

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