Hay en la iglesia diferentes dones, pero el que los concede es un mismo Espíritu. Hay diferentes maneras de servir, pero todas por encargo de un mismo Señor. Y hay diferentes manifestaciones de poder, pero es un mismo Dios, que, con su poder, lo hace todo en todos.
1 Corintios 12,4-6
Desde tiempos tan remotos como los tiempos apostólicos, la iglesia ha sido bendecida con diferentes dones que, a su vez, han bendecido al mundo. Todos estos dones los concede el Espíritu, todos los ministerios los encarga el Señor, y todo es obra de Dios. No es obra del obispo, ni del pastor, ni del hermano, ni de ninguna autoridad humana. Es Dios mismo, el dueño de la viña, quien nos ha otorgado la dicha de trabajar en sus campos.
¿En qué campo estoy sirviendo? Dios ha colocado a sus hijos e hijas en lugares específicos y estratégicos en el mundo, en la ciudad, en el barrio. Donde estemos, debemos usar nuestros dones y ejercer nuestros ministerios, desinteresadamente; nunca para favorecernos a nosotros mismos, a nuestras familias, a nuestros amigos o a nuestros clientes, sino en total servicio al prójimo, procurando el bien común.
¿Hay alguna razón que nos impide servir? En la comunidad de Corinto, aparte de la diversidad de dones y ministerios, Pablo se encuentra con un grupo activo, motivado, interesado y entusiasmado con la misión. ¿Tenemos algo de esto en común con ellos? ¿O nos vemos pasivos, desmotivados, desinteresados? ¿Cómo nos vemos realmente?
Señor, danos la fuerza de los primeros tiempos a tu servicio, para ir al mundo a cumplir nuestra misión con alegría y entusiasmo.
Robinson Reyes Arriagada
1 Corintios 12,1-12