Yo tuve una gran alegría en el Señor cuando vi florecer los buenos sentimientos de ustedes con respecto a mí; ciertamente los tenían, pero les faltaba la ocasión de demostrarlos.

Filipenses 4,10

El texto de hoy nos marca la relación afectiva que tenía el apóstol con las comunidades y sus miembros.

Muchas veces sabemos y sentimos quiénes nos quieren y respetan, desde el mismo seno familiar, pasando por las amistades, el lugar de trabajo, hasta llegar a la comunidad de fe en la que participamos. Qué bueno es poder recibir este cariño y a veces qué difícil es poder demostrarlo. Es posible que demos por sentado que aquello que sentimos por alguien lo demostramos, pero también es posible que no sea recibido desde la otra parte de la misma manera. También puede ser que estemos tan ocupados con nuestras tareas diarias que siempre tenemos un buen pretexto para no darnos el tiempo para estar con aquellos que amamos y que tanto bien nos hace estar con ellos. No dejemos pasar por alto el verdadero afecto como el que nos demostró Cristo. Por un lado es bueno saber que los que nos quieren serán fieles a nuestra amistad, pero como todo, hay que cultivarlo y cuidarlo para que perdure y siempre es mejor explicitarlo. Por ello, cuando dejes de leer estas líneas, tomate el tiempo para llamar a alguien querido, acercate, dale un abrazo y hablen de ustedes y sus vidas. Quizá sea ésta la ocasión que Dios te da para ser su instrumento, y te faltaba poder demostrarlo y, por ahí, ¡hasta lleguemos en el momento que esa persona más necesita de nuestra palabra, presencia y cariño!

¡Señor, hazme un instrumento de tu paz!

Jerónimo Granados

Filipenses 4,10-23

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