Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos.
Deuteronomio 4,6a.c

¿Qué sería de nuestras vidas si no pudiéramos recibir la pensión o jubilación, o ambas? ¿Qué sería de nuestras vidas si no tuviéramos acceso a una obra social? ¿Qué sería de nuestras vidas si no contáramos con apoyo público o subsidio cuando de repente nos faltan recursos para cubrir necesidades básicas? ¿Qué sería de nuestros pueblos y nuestras vidas si no tuviéramos educación pública?
En muchos casos, nos han inculcado la noción de que cada individuo debe valerse por sí mismo y demostrar su capacidad para resolver todo por sí solo. Esta mentalidad ha llegado al punto de que consideramos vergonzoso aceptar ayuda e incluso criticamos leyes destinadas a proteger a las personas. A veces, incluso discriminamos a aquellos que reciben asistencia social para subsistir.

En la antigüedad, en el pueblo de Israel, las autoridades del templo eran responsables de cuidar de la salud y las condiciones de vida de las personas. Las autoridades del reino estaban encargadas de la seguridad y la justicia del pueblo. El templo cuidaba el cumplimiento de las leyes sociales porque era la forma en que el pueblo cuidaba su vida y al mismo tiempo demostraba su fe en Dios.
El cumplimiento de la ley es sabiduría e inteligencia, no sólo ante los ojos de Dios, sino también “ante los ojos de los pueblos.”
Ven, sube a la montaña a recibir la ley del reino, Jesús quiere grabarla sobre tu corazón. (Canto y Fe N° 202)
Deuteronomio 4,6-9
Jorge Weishein

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